Héctor Barberá (Valencia, 1986) enjuga el tiempo perdido. Un golpe en Motegi en 2008 casi lo postra en una silla de ruedas. Cinco meses después sonríe, camina y es tan veloz como antes. El título en 250 está caro pero él ya ha ganado en salud y confianza.
PREGUNTA. Han pasado cinco meses desde el accidente de Motegi. ¿Cómo ha salido de aquel golpe?
RESPUESTA. Pues no lo pensé mucho entonces y ahora tampoco. Lo único que quería era poder andar. Por suerte he podido salir bien de aquello.
P. ¿Cuánta suerte tuvo en aquel accidente?
R. Buahhh... Yo creo que del 1 al 10, 100. Tuve mucha suerte porque fue una lesión grave (tres vértebras rotas). El calendario me beneficia.
P. ¿Se llega a olvidar algo así?
R. En las caídas de motos siempre te queda algo del lugar en el que te has caído. Seguramente, cuando pasé por Motegi, tendré algún recuerdo. Pero no va a cambiar nada.
P. ¿Cuánto enseña una situación que casi le deja lisiado?
R. Pues se madura mucho y se aprende a valorar todo, hasta el simple hecho de poder caminar. Valoras todo lo que puedes perder y te asustas. Ahora mido el riesgo que tiene correr en moto. He aprendido a medir más las situaciones, a pensar en cada momento.
P. ¿Cuál ha sido el momento más duro de este proceso?
R. Pues no saber si iba a poder correr otra vez.
P. Hubo mucho tiempo de cama, mareos, pérdida de visión... ¿Cómo ocupaba su mente para no pensar?
R. Esto sólo hay una manera de superarlo y es estar arropado por toda la gente que te quiere. Los amigos, la familia, mi novia, mi psicólogo, los patrocinadores... Todos me han dado cariño y no me han dejado ni un minuto solo. Me han motivado tanto que al final me han hecho vivir casi unas vacaciones.
P. ¿Tan duro ha sido?
R. Mucho. Te voy a explicar. Cuando más o menos estaba bien de la espalda y empezaba a nadar, me operaron de la mano para sacarme una chapa. Y luego me hice un esguince.